miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡Feliz Navidad! "Que la tristeza se convierta en alegría, que las preocupaciones desaparezcan  de nuestras mentes y que una luz fugaz llene todo nuestro ser".



Desde pequeño esperaba con alegría estas fechas navideñas, y conforme crecía pensaba que cuando pasase el tiempo esa ilusión llegaría a perderse, dejar de tener ilusiones, sobretodo cuando veía la rutina de aquellas personas "mayores" centradas en un espíritu vacío donde no hay espacio para la fe en Dios. No ha sido así, ahora a mis 62 años aún puedo sentir la misma sensación de cuando pequeño disfrutaba con la iluminación de los árboles de Navidad, las canciones navideñas, ese aire diferente que respiramos por estas fechas.
Viene a mi recuerdo un año muy especial, mi madre no podía asistir asiduamente a la Iglesia, pues tenía que trabajar para mantener a sus hijos, y en la fiesta de Navidad que se celebraba en nuestra Iglesia "La Hermosa" de Surquillo, Lima, al final de las actuaciones pasábamos a la entrega de regalos que se hacían a todos los que "habían asistido durante el año" así como los regalos que se intercambiaban entre familias. En años anteriores había visto que mi a madre apenas la llamaban, y ese año me propuse hacer que su nombre se repita tantas veces sea posible. Fui a comprar diferentes regalos que sabía le podían gustar, pero sobretodo quería que se sintiese arropada en ese día tan significativo para ella, y por la tarde lleve todos los regalos con su nombre "para Jesús Huambachano" y los puse al pie del árbol. Mientras colocaba los regalos en diferenes lugares del árbol, me preguntaba cuál sería su reacción, y sólo me pasaba por la cabeza una imagen alegre de alquien que se sentiría reconocida. Al término de la celebración, ya iba preparado con una bolsa para ayudarle a llevar todos sus regalos. "¿Quién o quienes serán los que se han acordado de mi?", me comentó-preguntó. La alegría "navideña" que se desprendía de su rostro me hizo guardar este hermoso secreto.
Desde entonces han pasado muchas Navidades, algunas más alegres que otras, sobretodo cuando puedes "darte el gustazo" de poder llenar de regalos tu árbol, esperar que toque las 12 , y ver cómo tus seres queridos abren sus regalos con ilusión y locura en algunos casos. Ese espíritu, esa sensación, experimentar ese momento es más importante para mi que pensar en si se han acordado o no de mi. Hoy ha sido otro año más donde he visto a mis hijos abrir sus regalos, regalos con pocas pretenciones, pero impregnados del espíritu de la Navidad que corresponde. Nuestro Señor Jesús, en su nacimiento, no pidió ni lujos, ni regalos costosos, vino al mundo en la pobresa y en la humildad, "Nació en un pesebre, rodeado de gente senzilla y algunos animales de granja". Una estrella iluminó su nacimiento y los astros se confabularon en alegrarse del nacimiento del hijo de Dios, nuestro creador. Creció, vivió y se hizo hombre, nos mostró sus enseñanzas y su labor, el porqué y por quién tenía que cumplirse lo que estaba escrito. No supimos quererlo y fue muerto en un madero, luego resucitó y está sentado a la diestra de Dios padre.
Desde entonces recordamos ese día, único en la historia de la humanidad, y estoy orgulloso de hacerlo, y me siento feliz poder celebrar cada Navidad, en calor familiar y en la fe en Cristo Jesús. Un espíritu de la Navidad que nos ayuda a superar tiempos difíciles, y nos acerca al camino que nos dejó marcado el hijo de Dios.
Seguirán pasando más Navidades y mientras viva insistiré en compartir este espíritu con mis seres queridos, e inculcaré, en la medida que pueda, este sentimiento que nos hace más humanos, más padres, más hijos, más cariñoso con los demás. No os olvidéis de ser niños, nos hace más grandes y más sabios en nuestra vida.
Hemos pasado las 12 del 24 de diciembre, el día de la "Noche buena", son las 2.06 de la madrugada del día 25 de diciembre y aún estamos compartiendo en familia. He recibido la llamada de mis hermanos Victoria y Juan, y he leído los correos que me han enviado mis otros hermanos, y recuerdo a mis padres y familia y no dejo de dar gracias a Dios por tenerme en cuenta como hijo suyo.
¡Gracias Dios mío por regalarnos estos días de Navidad contigo!
¡Amén!